Cualquier droga tiene la capacidad de aumentar los niveles de un neurotransmisor llamado dopamina. Este aumento de dopamina en aquellas personas que padecen una adicción es lo que les provoca el conocido “subidón». Pero la dopamina puede aumentar también con un contacto sexual, un atracón, el placer de comprar por comprar el enganche a una máquina tragaperras. Una vez que aparece una adicción, estas personas se habitúan a tener altas concentraciones de dopamina en su cerebro.
En cualquier conducta adictiva lo que más importa es la dependencia que genera, y mucho más, la pérdida de libertad que implica para la persona. Los componentes fundamentales de este tipo de conductas son la pérdida de control y la dependencia.
No se pretende confundir lo que es un uso normal de las nuevas tecnologías, que puede ser placentero, adaptativo e “incluso saludable” según la función que le demos; con otro tipo de conductas anormales en función de la intensidad, de la frecuencia o de la cantidad de tiempo/dinero invertido y, en último término, en función del grado de interferencia en las relaciones familiares, sociales y laborales de las personas implicadas.
Coger el ordenador o el móvil es una conducta placentera, que tiende a repetirse, y es por ello, que puede convertirse en un comportamiento adictivo. Pero esto sólo ocurre cuando la persona pierde el control y no es capaz de parar a pesar de las consecuencias negativas que en su vida le genera. No puede quitarse la idea de coger el móvil o el ordenador de la cabeza, y le genera gran ansiedad si ha de permanecer un tiempo sin estar “conectado”. Desde este punto de vista, en Desintoxicación tecnológica, planteamos que lo que diferencia un hábito de una adicción, es que esta última tiene efectos contraproducentes para la persona.
LÍMITES ENTRE LAS CONDUCTAS NORMALES Y LAS CONDUCTAS ADICTIVAS
• Pérdida de control
• Fuerte dependencia psicológica
• Pérdida de interés por otras actividades gratificantes
• Interferencia grave en la vida cotidiana