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El adolescente con adicción

La sobreutilización de Internet suele ser un problema de la juventud actual, sobre todo en la adolescencia. Esta etapa que se encuentra repleta de cambios físicos, cognitivos, psicológicos y sociales, es fundamental en la maduración de la persona, constituyendo la etapa clave de transición entre la infancia y la vida adulta. Se caracteriza por la curiosidad, la necesidad de experimentar cosas nuevas, y de distanciarse de los padres reclamando libertad. Además, surgen los secretos, los amigos son lo más importante, y la red se convierte en un elemento que facilita hacerlo. El uso del teléfono de última generación forma parte de su rutina diaria y esto es algo que suele inquietar a muchos padres que desconocen el mundo on-line en el que se mueven sus hijos con la consiguiente pérdida de control sobre ellos y sobre lo que hacen en la red. Es habitual que surjan dudas del tipo: “¿Es normal que un chaval tan chico esté continuamente hablando por Whatsapp?”, o “¿A qué edad es conveniente comprar el primer teléfono móvil?”.

Lo más habitual, es que el adolescente pase mucho tiempo utilizando las nuevas tecnologías sin que esto suponga un problema y pierda el control. Pero puede existir un momento en el que algún tipo de conducta problema se instaure, y le sea difícil dar marcha atrás o controlarla.

¿A qué nos referimos con esto?

Podemos encontrar gran cantidad de situaciones en las que los adolescentes generen un uso inadecuado de dicha tecnología. Por ejemplo, puede ocurrir que pase por un mal momento, y trate de refugiarse en el juego momentáneamente pero que una vez solucionado el problema no sea capaz de parar por sí mismo. También puede ocurrir que se encuentre en una de las crisis típicas de la adolescencia cuando se discute con los amigos y pierda el contacto con ellos, y su forma de conocer gente nueva sea a través de chats.

Para poder valorar la existencia de un problema de este tipo en la adolescencia, es importante tener en cuenta, que en los primeros momentos que anteceden a una adicción, es muy difícil distinguirla de una conducta normal provocada por un mal momento.

En la adolescencia se presentan cambios de vida que son “normales” propios de esta etapa que suelen preocupar a los padres, pero que forman parte de su desarrollo y evolución. En estos casos, siempre es conveniente el apoyo de un especialista que permita detectar la diferencia entre desarrollo normal o algún tipo de patología incipiente. Un ejemplo, pueden ser aquellas consultas referidas a que “mi hijo hace cosas raras que antes no hacía”; pero que sin embargo al valorar exhaustivamente se observa que simplemente se encuentra en pleno desarrollo de su “autonomía”, y esto aumenta la distancia con los padres y los conflictos con respecto a los horarios; pero sin suponer ningún tipo de psicopatología.

Para poder detectar la existencia de una adicción, o conductas anómalas que puedan desencadenar, es necesario que los adultos a su alrededor observen y analicen sus cambios de comportamiento, y sean muy sensibles a cualquier señal de alarma. Estas señales suelen ser pequeños cambios que se suceden en el día a día, que comienzan siendo justificables, hasta que llega el día que para su entorno dejan de serlo. “Mi hijo hace cosas muy raras, yo veo que el resto de chavales de su edad…., ha suspendido varias asignaturas y montó en cólera cuando le requisamos el teléfono….”.

¿Qué pueden ser conductas “raras” por las que haya que preocuparse?

  • Cuando se ven alterados los hábitos de sueño para jugar o estar conectado.
  • Come de mala manera para poder seguir conectado.
  • Le da igual si se ducha o no, si se cambia de ropa o no con tal de jugar y estar recluido en su cuarto.
  • Pierde el interés por los deportes o actividades con las que antes disfrutaba en pro de encerrarse.
  • Se nota que los amigos de siempre ya no le satisfacen y los “molones” son los que ni conoce con los que comparte sus ratos de juego.
  • Se encuentra muy “irritable”, todo lo que le decimos le molesta.
  • Tiene cambios de humor muy bruscos.
  • El rendimiento académico se ve afectado
  • Cada vez muestra más exigencia para estar a la última en nuevas tecnologías.
  • Realizan compras online sin permiso para mejora de aplicaciones o actualizaciones.

Una adicción no comienza de un día para otro. Por este motivo, las señales de alarma deben ser frecuentes y mantenerse en el tiempo. Esto es muy importante, ya que pueden considerarse como señales de alarma conductas que no lo son. Por ejemplo: le acaban de regalar un ordenador nuevo y pasa mucho tiempo con el. Esto no sería una adicción, sino el efecto de la novedad que al poco tiempo acabará normalizándose a un uso normal.

El proceso adictivo suele comenzar con un aumento creciente del número de horas que permanece con un dispositivo, y donde cada vez se observa mayor dificultad para detener la conducta con excusas del tipo: “noooo mamá por favor, que tengo que pasar de nivel para poder guardar la partida!!!!”, “no me entiendes!!! Mi amiga está mal y me necesita”. A esto hay que sumar que cuando le obligamos a parar siempre lo hace enfadado y discutiendo. Suelen decir que se aburren en clase como excusa para jugar, a dormir menos, o dejar de arreglarse porque… “total, no me va a ver nadie…”.

Digamos que sus horarios van regidos por las condiciones del juego o del chat. En esta dinámica, poco a poco se van perdiendo los amigos de siempre, aumentan las mentiras, las tensiones en casa y discusiones. Y esto acompañado de síntomas depresivos, de ansiedad, problemas de autoestima, alteraciones de conducta… Poco a poco el juego va convirtiéndose en su refugio afianzándose así la adicción y cayendo en la trampa de la que después será más difícil salir.